domingo, 28 de abril de 2013

La usurpación de la literatura y unas alas muy y hasta demasiado grandes de ángeles en vías de extinción

Hace unos días le pedí a una "escritora" (de cuyo nombre no quiero ni debería seguir recordando) que conocí ocasionalmente su opinión acerca de un brevísimo texto mío al cual le tenía singular cariño. Se lo di a leer, ingenua e inútilmente (la utilidad tiene aquí el sentido de siempre: útil según mi mundo simbólico, mis deseos, mi magia...), por creerlo uno de mis mejores (de los cortísimos), movido por aquella antigua (medieval) manera de sentir que embargara en su día (siglo XI) a un poeta (y abad, esto es otro... "funcionario poeta" o, más propiamente, otro "poeta desdoblado" de su época) que se llamó Baudri de Bourgueil, a saber:
"Hoy te confío mi librito en su totalidad para que lo leas con atención, para que lo mires con cuidado. (...) Ojalá Ema, con sus labios de Sibila, pueda responder a mi demanda; ojalá pueda leer a fondo, alabar, corregir, completar."
O también:
"Entre amigos, los intercambios mutuos son de gran precio, es el reparto lo que anuda las amistades"
Y en esta línea hay más (las citas están tomadas de "Inscribir y borrar" de Roger Chartier) y, porque quede claro: cuando el poeta habla de "amigos" se refiere en sentido estricto, casi como sinónimo, a "escritores".

Ante mi insistencia (ya que de entrada lo había "soslayado" -sic-) me hizo una observación que habría podido ser tomada en consideración... siempre, claro, que compartiese la idea de que uno debe o aspira a llegar a todo tipo de lector... Pero tuvo la indelicadeza de añadir algo más, a saber, unas recomendaciones impertinentes y soberbias realizadas, en fin, desde las alturas de su genio y de su éxito... de que...  me dispusiera a "aprender" el (o sea, su) oficio..., la manera concreta o efectiva en la que realizaba su perfil socio-profesional (en realidad, en ciernes). Un atrevimiento que lógicamente contesté dándole a conocer la crítica a sus "redacciones" que a mi turno yo también había optado por no dar a conocer... acompañada de la correspondiente recomendación de que debía esmerarse en aprender a leer algo más que a sus amigas superficiales.

Sin duda tuvo cierta razón al contestarme luego textualmente:
"La diferencia es que yo no te pedí que leas nada mío, ni mucho menos que me des tu opinión."
Obligándome así a reconocer que el error había sido mío al atribuirle un valor que en el fondo no le daba. Claro que el que no hiciera desde mi punto de vista literatura propiamente dicha sino sólo descripciones de hechos como aquel del "señor muy viejo con unas alas enormes" del que ya hablé en otra ocasión, no me pareció que implicaba necesariamente una incapacidad lectora ni una incapacidad para apreciar textos que no fueran los de su estilo.

No obstante, en la respuesta hay algo más, y mucho más significativo que la anécdota y los nombres. Me refiero a lo que, como intentaré demostrar apelando al bisturí más incisivo que dispongo, es toda una muestra antropológica de nuestra actual realidad histórico-social.

Su respuesta final, era, como supongo que no se habría podido imaginar ni parece que pueda comprenderlo nunca, un verdadero microtexto de bastante más contenido en su apretada síntesis que los que yo había conocido de su mano y eran entendidos por ella y sus lectores los de más enjundia.

Y en él se encerraba una evidencia notable: sin duda había entre ella y yo una "diferencia" que se alzaba detrás del hecho de que yo le pidiera una lectura y una opinión y ella no lo hiciera en absoluto. Yo, sin duda, y más allá de mi ingenuidad y me error (repetido) de creerla una escritora, la necesitaba como público. Ella, por el contrario, el público que busca es otro, aunque también se confunde al considerarlo en parte tan escritor como lo sería ella. La "diferencia" es que un escritor busca ser leído por otros de su misma especie, que supone que lo apreciarán (más allá de las observaciones de detalle que pudieran hacerse), mientras que una escritorzuela (una "obrera de las palabras" habría dicho Nietzsche) busca el "público", el "público, que es el verdadero nivelador", como bien supo ver Kierkegard; algo propio de "la decadencia de una época desapasionada", donde "cada vez más individuos aspirarán a ser nada -aspirarán a ser público..." (ibíd.). Una época en la que "Para todo se tienen manuales" (ibíd.), donde "pareciera que no cabe más que sumarse" (ibíd.).

Sin duda, tendré que afinar el olfato y aguzar la vista, porque en la selva actual pasan sin cesar multitud de falsos individuos (más miembros de la masa que otra cosa) que en realidad se mueven sobre el escenario desempeñando un papel usurpado gracias, justamente,  al aprendizaje del manual o del guión instituido. En fin, ¿cómo extrañarse de que Nietzsche o Kierkegard acabasen prefiriendo el contacto con la gente simple (¡pero tan en proceso de extinción como los que somos de "buen gusto"!) a los filosofastros, escritorzuelos y demás profesionales de la alfabetización, dignos educandos para el desempeño de nuevos y desconcertantes papeles burocráticos y añorasen o tuviesen esperanzas de encontrar alguna vez, en algún futuro, infierno o paraíso, a sus iguales?


viernes, 26 de abril de 2013

En la espesura


Me encorvé lentamente, flexionando las piernas, hasta que el cuerpo bajó y las rodillas y las manos se posaron en tierra. Casi de inmediato comenzaron a brotarme nuevas extremidades a los lados mientras las originales se llenaban de pelos temibles... Ay, qué pena no haber alcanzado a desarrollar un aguijón o algún otro medio defensivo, y que, ni siquiera, los ojos llegaran a adaptarse lo suficiente en la medida en que se fragmentaban como para dejarme ver con precisión lo que junto a mí se delineaba, invitándome a huir como buenamente pudiese. De todos modos, pronto lo comprendería: a mi lado se había producido, y con una velocidad superior de desarrollo que en mi caso, o tal vez porque hubiese comenzado antes sin que lo advirtiera, una metamorfosis paralela cuyo producto, más grande, más pesado y más completo del que habría podido ser yo nunca, ya me estaba paralizando, preparándome para su cena.


 

domingo, 14 de abril de 2013

De cómo los marcianos encontraron el modo de darle utilidad a los humanos (microrrelato)


 Una especialización provechosa

-Encuentro a  los humanos muy graciosos- repitió el marciano por explicación única y pretendidamente taxativa.
El comité de representación que había sido designado para llevar la reclamación a los conquistadores, insistió:
-A los humanos nos gustan cosas diferentes según la idiosincrasia de cada cual.
-¿Idiosincrasia de cada cual…?- ceceó el marciano con marcado acento y marcada perplejidad mientras desde la base de datos le llegaba la definición de idiosincrasia-. Los humanos tienen a nuestros ojos una sola. Y nos gusta como son.
-Pero… si es así… no lo entendemos. ¿Cómo es posible que, si tanto os gustamos, hayáis cerrado todas las universidades, facultades e institutos y ahora sólo podemos prepararnos todos para ser…
-Los que no comprendemos somos nosotros, amigos míos…  ¿Cómo sois incapaces de observar en vosotros la única y común idiosincrasia que os permitirá ser felices y… además…?¡Bastaría que os veáis los unos a los otros con mucha más atención! ¡Parece mentira que tengáis conciencia! Esta comisión y este reclamo reafirma nuestro sabio punto de vista…, porque también resulta gracioso…
-Pero, ¿y los que no prefiramos otra cosa…?
-Nosotros no pensamos según vuestra limitada psicotemporalidad... No imponemos nada, nos bastará incentivar vuestro interés a "largo plazo". Por eso hemos decidido fijar los grados de bienestar y felicidad que recibirá cada uno en función a la calidad con la que "cada cual" desempeñe su papel, aumentando al mismo tiempo la marginalidad y desinterés que nos inspire el resto. Al final no habrá nada que veáis más prometedor ni nada que os parezca más atractivo que "ser"… Vuestras generaciones se irán decantando por sí solas y las nuestras, que se renuevan cuatro o cinco veces más..., diríamos, lentamente, tendrán cada vez más oportunidades de gozar de vuestras representaciones cotidianas gracias a las habilidades que adquieran y desarrollen movidos por la competencia, esa otra faceta notable de vuestra idiosincrasia. Así, todos contentos y felices, podremos tener cada vez más y mejores diversiones.